jueves, 22 de marzo de 2012


Beatas Hermanas Mártires de la Visitación

 En Madrid quedaron siete, visto el buen resultado que esto dio en 1931, aunque esta vez tomaron la precaución de alquilar un piso semisótano en la cercana calle de Manuel González Longoria, por si las cosas empeoraban, como en efecto, sucedió. A este piso refugio tuvieron que trasladarse las siete visitandinas, definitivamente, el 18 de julio. Tras unas semanas de relativa "tranquilidad", fueron denunciadas por ser religiosas. Sufrieron varios registros que culminaron con la detención el 18 de noviembre, para llevarlas a fusilar. Ellas, al subir al coche hicieron, serenamente, la señal de la cruz, ante el griterío del populacho que pedía su muerte. Las llevaron a un descampado en el cruce de las calles de López de Hoyos y Velázquez, y allí, al bajar del coche las mataron. Una de ellas, la más joven, de 26 años, de temperamento nervioso, al sentir que caía muerta la Hermana que tenía agarrada de la mano, echó a correr, sin que nadie la persiguiera. Poco después ella misma se entregó a unos milicianos declarando que era religiosa. Fue fusilada en las tapias del cementerio de Vallecas, a las afueras de Madrid, en la madrugada del 23 de noviembre de ese año 1936.El resto de la Comunidad, refugiada en Oronoz, no  supo  nada  del  martirio hasta varios
meses después, y  las primeras noticias  eran  muy confusas. Nada pudo aclararse hasta que regresaron a Madrid al terminar la guerra, en 1939.A la cripta del Monasterio, profanada durante la guerra, se trasladaron en 1940 los restos martiriales de cuatro de las Hermanas que habían dado su vida por Cristo y por España. Los restos de las otras tres reposan en el Valle de los Caídos.
Afrontaron la muerte con entereza y serenidad, preparándose a ella con la oración. No quisieron separarse ni comprometer a nadie. Consideraron a quienes las mataban como instrumentos del Señor y murieron perdonándolos. Ofrecieron su vida como una suprema prueba de amor.
El martirio es un regalo que Dios concede a quien quiere. Es verdad. Pero solo los que entregan su vida día a día, con fidelidad, generosamente, son capaces de recibir esta gracia que les supera, que les sobrepasa.  La vida de nuestras siete Hermanas es un testimonio vivo de la evangelización del Amor, escrito en 1936 y rubricado con su propia sangre.

Hermana María Gabriela Hinojosa
"Afectuosa y dotada de un carácter jovial y alegre, hacía las delicias de los suyos, esmerándose por dar gusto en todo a sus hermanos y sobrinos... Era sumamente fiel a los ejercicios espirituales que se había prescrito. Cuando organizaban excursiones al campo, para no quedarse sin Misa y no hacer esperar a los demás, se levantaba muy temprano... Todos los años acudían a Lourdes. Fue en una de estas visitas cuando Amparo, de 15 años, oyó claramente el divino llamamiento". Al entrar en el Monasterio, "emprendió con fervor su formación religiosa". (M. Mª Leocadia). "Muy amante de la Orden y de su vocación, se penetró profundamente de su espíritu, llegando a ser una regla viva, de forma que todas las Hermanas podían acudir en sus dudas a ella, seguras de encontrar en sus respuestas las costumbres y el espíritu de la Visitación. "Tenía una gran devoción a la Eucaristía y se la comunicaba a los demás. Recuerdo que tuvo gran interés en prepararnos para la primera comunión. Desde esta ocasión nos animaba constantemente a una comunión frecuente. También nos fomentaba la devoción a la Stma. Virgen María, regalándonos estampitas, medallas, rosarios y oraciones marianas". En 1929 fue elegida superiora. "Este cargo fue muy pesado para ella porque eran los años dolorosos de la revolución y las Hermanas tuvieron que superar duras pruebas".  "M. Mª Gabriela era de una enorme delicadeza en su forma de decir las cosas, era como una madre muy buena, muy delicada. Era de una caridad muy grande... Estaba siempre dispuesta a acogerme con afecto maternal por ocupada que estuviese. Fue para mí una verdadera madre. Tenía una enorme bondad, era una santa". (Hna. Mª Claudia Mendioroz). Siendo la responsable del grupo que quedó en Madrid en 1936 "mantuvo unida la Comunidad hasta el momento del martirio. Sostuvo el espíritu religioso de sus Hermanas animándolas en la observancia de la vida religiosa en el apartamento de la calle Manuel González Longoria nº 4". (RV). "En los momentos de persecución a la Iglesia, recuerdo que se le oían palabras de perdón para los perseguidores, rezaba por ellos y ponía la confianza en Dios de que El lo resolvería todo». Las últimas palabras suyas que se conservan son: "Estamos rezando, dando gracias a Dios porque nos ha llegado la 'hora'". "Toda su vida fue de alabanza a Dios por todo lo que le había concedido". (Mª Dolores Viqueira).

"Estamos muy tranquilas en manos de Dios, 
Él hará de nosotras lo que más nos convenga"


Hermana Teresa María Cavestany
"Laura era de una obediencia perfecta a nuestros padres. En familia recibió una educación esmerada que fue complementada en el colegio de las religiosas de la Asunción".
El día de su primera comunión, 1 de junio de 1899, "pidió a nuestro Señor no cometer jamás un pecado venial". Sin embargo, "hubo un tiempo en que frecuentó el mundo y éste le agradó... pero la muerte inesperada de una amiga la impresionó profundamente y desde entonces se dio a una vida de gran fervor, tanto que ella misma confidencialmente confesó: 'desde esa época cada día me conozco menos'.
Algún tiempo antes de entrar en el Monasterio, le dio un día la sagrada comunión el entonces Obispo de Málaga, D. Manuel González, gran conocedor de las almas, y dijo de ella: 'tiene ojos de religiosa, y de religiosa contemplativa'.
Ya en el convento, "tuvo que luchar para entrar en el molde visitandino... Su carácter le procuró durante toda su vida muchos combates y victorias... Durante la ceremonia de profesión -celebrada por el Beato P. Rubio, S.I.- oyó distintamente estas palabras de nuestro Señor: 'Yo te ayudaré'. (M. Mª Leocadia).
"Buena tierra... buena simiente... serios esfuerzos... frutos copiosos. Y el grano hundido en la tierra floreció en espiga nueva... este amor la transformó en una visitandina dulcemente enérgica y apostólicamente activa".
"En las visitas que hacíamos a mi tía, su cara de bondad me impresionaba y la recuerdo en su actitud cariñosa con todos. También recuerdo su deseo continuo de superación en su vida de unión con Dios..." (Pilar Cavestany, sobrina de la Beata).
"Tenía gran facilidad de palabra, y en ella todo hablaba de aceptación de la Divina Voluntad, de sacrificio e inmolación y todo en silencio y por amor, tanto en sus cartas como en sus conversaciones".
"Era provisora buenísima. Un alma de Dios. Tenía la mirada y todo su aspecto de bondad, un alma que se veía de mucha unión con Dios por esa paz que tenía, muy virtuosa, siempre buena, hasta la mirada la tenía de santa". (Hna. Mª Claudia Mendioroz).
Se entregó, olvidada de sí, a todos los empleos. "Llegó a obedecer no sólo a las órdenes, sino también a los deseos de los superiores". (RV).
"Puesta a dura prueba por varios sufrimientos... se preparó al supremo sacrificio animada por grandes ideales, como lo prueban sus escritos".
"Mi prima Laura me dejó asombrado y confusísimo. Nunca había encontrado ni en confesionario ni fuera de él ningún alma tan pura, tan santa, ni de conciencia tan límpida. Tenía las virtudes de los grandes santos para ver en su alma cosas tan menudas que a la vista de los demás escapan y que revelaban la suma perfección con que vivía". (P. Vargas-Zúñiga, S.I.).

"No quiero tener más deseo que el de llegar 
a asemejarme a Jesús Crucificado. ¡Viva imagen suya!"


Hermana Josefa María Barrera
"Única niña junto a sus dos hermanos, fue objeto de las ternuras y mimos de su padre, mas no de su madre, que de carácter firme y serio supo unir al cariño maternal el contrapeso a los mimos paternos. Fue siempre de carácter dulce y tranquilo, lo que encantaba a su nodriza que le decía: 'Carmiña, como tú no hay otra'".
"Pasó gran parte de la infancia en Málaga donde destacó por su devoción eucarística durante sus largos momentos de recogimiento delante del Santísimo".
"Era muy buena y hacía muy buenas obras de caridad ayudando al Obispo D. Manuel González, pagaba una beca perpetua en el seminario y pertenecía a la obra de las Marías de los Sagrarios". (Soledad Barrera, sobrina de la Beata).
"...alma humilde, ponía de relieve sus pretendidos defectos: se confesaba muy dormilona... se reprochaba ser de joven de una devoción comodona, en vez de haber ayudado a su madre..."
"Aunque se sentía llamada a la vida contemplativa desde muy joven, renunció a sus deseos por atender a sus padres".
"Emprendió su noviciado con todo fervor... Lo que más le preocupaba era hacer bien la oración... Otra de sus primeras manifestaciones fue decir: 'Yo lo que quiero es ir pronto al cielo'".
"Su campo de acción la mayor parte de su vida religiosa fue 'la oficina del amor', la enfermería, pues aunque pasó por diversos empleos, fue aquí donde desplegó las alas de su abnegación cariñosa pero firme..." (M. Mª Leocadia).
"Tenía mucho corazón... estaba al tanto de todo, tenía además mucha caridad". (Hna. Mª Claudia Mendioroz).
"Era el encanto de todas, pues su carácter tenía una mezcla extraña de seriedad, melancolía y alegría".
"Su piedad profunda la llevaba a cuidar con esmero todo lo que tenía relación con nuestro Señor, los santos o la Stma. Virgen, de la que fue su hija amantísima".
"Supo ingeniarse de forma que nunca dejó para última hora la oración, rezo del Oficio, lectura, etc. A veces le decíamos en broma en la recreación: 'Hna. mía, el celo de tu casa me devora'". "En 1934 cuando se pensó en hacer una fundación en Japón, ella declaró su disponibilidad para trasladarse a aquel país".
"Le costó un poco quedarse en Madrid en 1936, pero obedeció y aceptó la Voluntad de Dios".
"Su humildad le había hecho decir en alguna ocasión: 'Yo no tengo madera de mártir'; los hechos demostraron lo contrario", pues cuando fue detenida en agosto de 1936 Hna. Teresa Mª para ciertas declaraciones, "Hna. Josefa Mª se ofreció a acompañarla, sabiendo que muchos así requeridos salían para no volver". 

"Ser santa es lo único que nos importa en la vida, 
pues todo lo demás pasa y todo lo que pasa no vale la pena"


Hermana María Inés Zudaire
Faltan noticias sobre su infancia, pero se sabe que "en la familia se respiraba una vida de fe. Jamás se dejó de rezar un día el rosario. Había gran devoción a la Eucaristía y una gran confianza en Dios". Varios miembros de la familia se consagraron a Dios en la vida religiosa, y uno de ellos, hermano de su padre, murió también mártir. Ella decidió ingresar en el Monasterio en plena juventud. Se recuerda la anécdota de que estando ya de camino hacia Madrid, "aprovechó el encuentro con un padre capuchino para disponerse a su nuevo estado con una confesión general de toda su vida, decía muy seriecita". "Toda su vida" eran 19 años, porque "en medio de la alegría propia de la inocencia y juventud, había un fondo de seriedad para todo lo de Dios y de su alma". (M. Mª Leocadia Aparici).
"Como cera virgen se dejó formar dócilmente sobre todo en la vía de la oración y de la perfecta obediencia". (RV).
"Siempre activa, respetuosa y servicial, mostrándose buena para todas y dominando su carácter, trabajo interior que en ocasiones se traslucía por subir los colores a la cara ..." (M. Mª Leocadia Aparici).
En cierta ocasión, al cambiarle de oficio por enfermedad, lo sintió mucho, "pero, acostumbrada a ir a Dios con todo y a sobreponerse, pronto su carita risueña dejó ver que Nuestro Señor, agradado de su generoso sacrificio le hacía gustar su alegría y paz habitual". "Era muy relimpia, muy cumplidora de su deber, muy exacta en todo, muy religiosa, muy recta, de mucho espíritu, muy bondadosa... Era una santita. Yo me admiro de ver la gracia de Dios en ella, con lo miedosa que era, que no quisiera aceptar cuando las ofrecieron esconderlas en un consulado." En 1936 no ocultó el miedo que tenía de quedarse en Madrid. Al despedirse de una hermana le confesó: «Pidan mucho por nosotras, puede ser que nos maten "¡Le daba el corazón cómo había de morir!... y se la vio en la última temporada ganar a ojos vistas en el trabajo de su perfección". (M. Mª Leocadia Aparici).
"La Hermana Zudaire tuvo otra posibilidad de ponerse a salvo: como sufría de una infección al oído hubiera podido ingresar en un hospital, pero rechazó esta oportunidad".
"También en este caso la fraternidad hizo posible el sacrificio total".
En el momento de la detención estaba en cama con fiebre alta. La levantaron de malas maneras sin que ella opusiera resistencia. Al salir a la calle hizo la señal de la cruz como las otras Hermanas, dando testimonio valiente de su amor al Señor.

"Madre de Dios, bajo tu amparo, dichosa y feliz siempre seré"


Hermana María Cecilia Cendoya
"Mi madre solía decir siempre que su hermana tenía algo distinto de las demás desde pequeñita, que era más espiritual que ellas. Que solía evitar habladurías". (Mª Isabel, sobrina de la Beata).
"Mari Feli decía que antes de cumplir 20 años tenía que entrar monja, y así lo hizo. Pero tenía el genio muy vivo y, cuando le dijo por primera vez a la madre que quería ser monja, le dijo ella: ¿tú monja con ese genio...? Tienes que corregir ese genio si quieres ser monja. Y decía la madre que desde entonces se cambió por completo... Según se desprendía por las cartas y por lo que pudimos observar el día de la profesión solemne, se la veía muy contenta de su vocación religiosa". (Su hermana Sor Mª Jesús C.)
Testifican dos de sus compañeras de noviciado:
"De la Hna. Mª Cecilia Cendoya, mi connovicia, observé una especialísima devoción a la Stma. Virgen que me llamó la atención".
"Era de una enorme fidelidad... siempre muy fervorosa... siempre estaba cantando a la Virgen".
"Sobre la vida de oración recuerdo que tenía una actitud especial de recogimiento en todo momento".
En cierta ocasión había dicho a su familia: "¿No sabéis que vivimos en la presencia de Dios y que Él nos ve?".
"Era muy fiel y muy mortificada, siendo siempre ella la primera que se ofrecía a limpiar y a lo que hiciera falta".
"Sencilla, humilde, abnegada, servicial; era el ángel de las pequeñas prácticas... Su corto paso por la comunidad dejó un recuerdo de edificación coronado por la veneración debida a su muerte gloriosa"
"Tuvo muchas oportunidades de venir a casa pero ella no quiso". "Sé que ella se confesó religiosa y no sólo en aquella ocasión, sino siempre se confesó como tal". (Sor Mª Jesús Cendoya).
Ante una persona que se había portado mal con ella, no se quejó, sólo con los ojos llenos de lágrimas, por toda respuesta dijo: "yo a esta mujer la tengo que salvar".
"Tengo muy grabado en la memoria lo que nos decía en la última carta que nos escribió: 'Estaos tranquilos, que nos quedamos en manos de Dios'". (Sor Mª Jesús Cendoya).
"La hermana Cecilia Cendoya fue ejecutada por dos veces. Tras vivir la patética experiencia con sus Hermanas y escapar a ella milagrosamente, no ocultó en los días siguientes su condición religiosa, lo cual le acarreó una segunda y definitiva ejecución". (Mons. Antonio Montero). "De su juventud y de su temperamento se sirvió el Señor para hacerla testigo excepcional del sacrificio de sus Hermanas". "Estábamos siete religiosas en un piso aquí en Madrid, vinieron a por nosotras, nos metieron en un coche. Mataron a todas... Yo me bajé del coche de la mano de otra Hermana... y al notar que se caía muerta, no sé lo que me pasó, eché a correr y no sabía lo que hacía".

"Estaos tranquilos, que nos quedamos en manos de Dios"


Hermana María Ángela Olaizola
Los Olaizola, ricos en fe y buenas costumbres, reciben con alegría a Martina, que viene a completar el número de ocho hermanos. "Todos ellos eran muy religiosos y muy austeros, pero con un corazón muy grande para tratar con una gran caridad al prójimo".
Martina fue a la escuela rural del valle de Oñate y trabajó con los propietarios de una farmacia, donde reveló todo su temple de paciencia, abnegación y caridad. "Estuvo cuidando a un enfermo tuberculoso. La familia, al enterarse, la llevaron a casa, pero la tía solamente volvió con gran pena en su corazón... porque la habían quitado de cuidar a un enfermo en esas condiciones". (Sor Juliana Olaizola).
"Un año antes de entrar religiosa, quiso tomar unas lecciones de corte y confección y como ella vivía en un caserío distanciado del centro del pueblo, se quedaba a comer en la casa de mi madre..." (Jerónimo Lazcano, familiar de la Hna. Mª Angela).
"Humilde, trabajadora, servicial; ...se hizo querer de todos y, cuando oído el divino llamamiento hubo de decirles adiós, la vieron partir con grande sentimiento, ...tuvo que sufrir al principio de su vida religiosa porque tenía completa ignorancia del castellano... y esto era motivo de alegre recreación para sus Hermanas, comentando sus dichos, de lo que nuestra querida Hermana reía de buen corazón y seguía la broma haciéndolas felices". (M. Mª Leocadia Aparici).
"La Hª Mª Ángela Olaizola era una Hermana Externa modelo. Era muy callada y concentrada, juiciosa, de mucha caridad, muy prudente, muy trabajadora.
Se le notaba hasta en el andar que era religiosa por lo recogida que iba siempre. Un alma de Dios muy buena, de pocas palabras, en fin, estupenda". (Hna. Mª Claudia Mendioroz).
"Nuestra buena y humilde Hermana se abnegaba sin contar allí donde la colocaba la obediencia". (M. Mª Leocadia Aparici).
Era toda de Dios, predicaba con su sola presencia.
"En los momentos difíciles de aquellos días finales de 1935 y primeros de 1936, en que la persecución religiosa abundaba en Madrid, les oía hablar sin ninguna aversión hacia los perseguidores, sino todo lo contrario, diciéndome que rezaban mucho a Dios por ellos ... que no tenían miedo, que tenían toda su confianza en el Corazón de Jesús". (Jerónimo Lazcano).
Tenía un gran deseo de borrarse, de pasar inadvertida. Se conservan muy pocas cosas suyas. Pero el testimonio de su vida y su martirio son su mensaje más elocuente.
Sus restos reposan junto con los de las Beatas Mª Cecilia y Josefa Mª en la Basílica del Valle de los Caídos.

"Estamos muy contentas y comprendemos cada día mejor 
que esto es lo que Dios quiere de nosotras".



Hermana María Engracia Lecuona
"Se distinguió desde muy niña por su inteligencia y sentido de responsabilidad".
"Vivaracha y abnegada, aprendió cerca de sus padres el amor al deber y al trabajo, y sobre todo aprendió a conocer y a servir a Dios, a amarle con todo su corazón y hacer felices a cuantos la rodeaban". (M. Mª Leocadia Aparici).
"Una vez que hizo la primera comunión sentía siempre un deseo de ir a la iglesia; se distinguió de las demás por su piedad..." (Juana Lecuona, hermana de la B. Mª Engracia).
Muy pronto fue a trabajar con su hermana Juanita a San Sebastián. "Íbamos a misa de 6 a la iglesia de Santa María. Ella tenía una especie de rosario y, cada vez que cometía una falta, corría una cuenta y los sábados confesaba todas las faltas cometidas. Tenía una corona de espinas hecha por ella y se la ponía en la espalda sobre la que se apoyaba; de esta forma hacía penitencia mientras rezaba ... esto lo hacía por imitar a Jesús y si se le decía algo contestaba: 'Jesús hacía más'.
Puso una escuela en nuestro caserío para que los niños aprendieran la doctrina católica... Tenía mucha paciencia". (Juana Lecuona).
"Hna. María Engracia fue un precioso socorro para nosotras. Su rostro afable, su bondad, le ganaron todos los corazones. Se multiplicaba para atender a todas las necesidades". (M. Mª Leocadia Aparici).
"Era un alma fervorosísima, siempre echando chispas, un alma muy espiritual, muy de Dios". (Hna. Mª Claudia Mendioroz).
Su fervor y alegría lo reflejaba en las cartas, donde mezclaba a menudo alguna nota de humor.
"Estoy siempre tan llena de alegría, que por cualquier cosa no hago más que reírme. ¿Y cómo vamos a estar tristes si vivimos en la casa de Dios?"
"Destaca un profundo amor hacia su vocación y un gran deseo de crecimiento espiritual". (RV). Quería correr hacia la meta al estilo de San Pablo, y decía:
"En medio de mis corridas y caídas soy cada vez más feliz, pues mientras que las caídas no son voluntarias no debemos apurarnos y cuanto mayor sea nuestra pequeñez y fragilidad, tanto mayor debe ser nuestra confianza en Jesús que cogiéndonos de la mano nos llevará a su gloria cuando menos pensamos".
En 1936 seguía en esa tensión espiritual y escribía a una de sus hermanas:
«Hoy... he formado un propósito firme de empezar a trabajar muy de veras en este negocio, que es el más importante de todos los negocios, que es la santificación de nuestra alma»
Deseó y esperó el martirio con verdadera ilusión y gratitud, viendo en él una gracia del Señor.

¡Qué alegría! ¡Vamos a alcanzar la palma del martirio!






























































                   







No hay comentarios:

Publicar un comentario