viernes, 23 de marzo de 2012

El Sagrado Corazón de Jesús

Ya desde los comienzos de la Orden de la Visitación, Nuestro Santo Padre Francisco de Sales, bajo la inspiración divina, escribe a nuestra Santa Madre Juana Francisca Fremiot de Chantal en junio del año 1611, esta carta en la cual expresa su deseo de que el “escudo y blasón” de la Orden sea este Divino Corazón. Y así le dice:
“… nuestra casa de la Visitación es, por su gracia, lo bastante noble y considerable para tener sus armas, su blasón, su divisa y su grito de guerra. He pensado, pues, querida Madre, si está de acuerdo, que debemos tomar por armas un único Corazón atravesado por dos flechas, rodeado de una corona de espinas, que lleve clavada una cruz en su parte superior, y que ostente los nombres de Jesús y de María. Hija mía, le contaré en la primera visita mil pequeños pensamientos que se me han ocurrido sobre el asunto, pues verdaderamente nuestra pequeña congregación es obra del Corazón de Jesús y de María. El Salvador, muriendo, nos ha dado la vida por la herida de su Sagrado Corazón; es justo, pues, que nuestro corazón, por medio de una cuidadosa mortificación, esté siempre rodeado de la corona de espinas que ciñó las sienes de Nuestro Señor, mientras el amor le retuvo en el trono de sus mortales dolores…”
Años más tarde, nuestra Santa Hermana Margarita María de Alacoque, recibiría las revelaciones del Divino Corazón, de las cuales cuatro de entre ellas son las más  importantes.

Primera revelación
El 27 de diciembre de 1673, día de San Juan el Apóstol, Margarita María nos cuenta:
"Estando yo delante del Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada por Su divina presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado. El me dijo:
"Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo  los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía."

Segunda revelación
Unos dos o tres meses después de la primera aparición, se produjo la segunda gran revelación. Escribe Margarita:
"El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, mas brillante que el sol, y  transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte superior, la cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, quedó
plantado en él la cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión."
"Me hizo ver, que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la figura de su Corazón de carne, cuya imagen quería ver expuesta; que esparciría sus gracias y bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su santa imagen para tributarle honores, y que tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención amorosa, a fin de apartarlos del imperio de Satanás, al que pretende arruinar, para ponernos en la dulce libertad del imperio de su amor, que quiere restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción."

Tercera revelación
En lo que probablemente era el primer viernes de junio de 1674, fiesta de Corpus Christi, tuvo Margarita la tercera gran revelación.
Una vez entre otras, escribe Sta. Margarita, "que se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mi todo resplandeciente de Gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y, habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón."
Entonces Jesús le explicó las maravillas de su puro amor y hasta que exceso había llegado su amor para con los hombres de quienes no recibía sino ingratitudes. Esta aparición es más brillante que las demás. Amante apasionado, se queja del desamor de los suyos y así divino mendigo, nos tiende la mano el Señor para solicitar nuestro amor.
Le dirige las siguientes peticiones:
º Comulgarás tantas veces cuanto la obediencia quiera permitírmelo
º Jueves a viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que Yo quise sentir en el huerto de los olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía mas difícil de sufrir que la muerte.
º Por acompañarme en la humilde oración que hice entonces a mi Padre en medio de todas mis congojas, te levantaré de once a doce de la noche para postrarte durante una hora conmigo; el rostro en el suelo, tanto para calmar la cólera divina, pidiendo misericordia para los pecadores, como para suavizar, en cierto modo, la amargura que sentí al ser abandonado por mis apóstoles, obligándome a echarles en cara el no haber podido velar una hora conmigo...

La Gran Revelación
En junio de 1675, Nuestro Señor se le apareció mostrándole su divino Corazón y le dijo: "Mira este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que nada ha perdonado hasta consumirse y agotarse para demostrarles su amor; y, en cambio, no recibe de la mayoría más que ingratitudes, por sus irreverencias, sacrilegios y desacatos en este sacramento de amor. Pero lo que me es todavía más sensible es que obren así hasta los corazones que de manera especial se han consagrado a Mí. Por esto te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta particular para horrar mi Corazón, comulgando en dicho día y reparando las ofensas que he recibido en el augusto sacramento del altar. Te prometo que mi Corazón derramará en abundancia las bendiciones de su divino amor sobre cuantos le tributen este homenaje y trabajen en propagar aquella práctica". 
    Consagración al Corazón de Jesús.

Yo doy y consagro al Sagrado Corazón mi persona y mi vida, mis acciones, mis trabajos y sufrimientos, para no servirme de ninguna parte de mi ser, sino para honrarle, amarle y desagraviarle. Esta es mi voluntad irrevocable: ser toda suya y hacerlo todo por su amor, renunciando de todo corazón a cuanto pueda desagradarle. Te elijo pues, oh Sagrado Corazón, por único objeto de mi amor, protector de mi vida y mi asilo seguro en la hora de mi muerte. ¡Oh Corazón amante! En Vos pongo toda mi confianza pues todo lo temo de mi debilidad, pero todo lo espero de tu bondad. Consume en mí todo lo que te desagrade o resista; imprime tu amor en mi corazón para que nunca pueda olvidarte ni separarme de Vos, pues quiero hacer consistir mi dicha en vivir y morir como tu esclava. Amén.



SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
¡EN VOS CONFÍO!



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